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.El chasquido y el crujido de las vainas de las judías y los guisantes cesaron en seco.El columpio sedetuvo.Yo apreté con fuerza mi guante de béisbol.Mi padre opinaba que la voz de Harry Carayadquiría un tono cortante cuando intervenía Musial, pero Pappy no estaba convencido.El primerlanzamiento del lanzador de los Pirates fue una bola rápida de trayectoria baja.Pocos lanzadoresdesafiaban a Musial con bolas rápidas en el primer lanzamiento.El año anterior éste había encabezadola Liga Nacional con un promedio bateador de 0,359, y en 1952, le había disputado el puesto en unreñido combate a Frankie Baumholtz, de los Cubs.Tenía fuerza, velocidad y un guante sensacional, yjugaba duro todos los días.23John Grisham LA GRANJAYo guardaba un cromo de Stan Musial en el cajón de mi mesa de noche, dentro de una caja de puros, ysi se hubiera incendiado la casa, habría sido lo primero que hubiese intentado salvar, por encima decualquier otra cosa.El segundo lanzamiento fue una bola de trayectoria curva muy alta, y a sólo dos lanzamientos casi nosparecía oír a los aficionados levantándose de sus asientos.Una pelota de béisbol estaba a punto de serenviada a toda velocidad a algún remoto lugar del estadio de Sportman s Park.Ningún lanzador podíaquedar rezagado por detrás de Stan Musial y sobrevivir al momento.El tercer lanzamiento fue unabola rápida, y Harry Caray titubeó justo lo suficiente para que oyéramos el golpe del bate.Lamuchedumbre estalló en exclamaciones de entusiasmo.Yo contuve la respiración a la espera de que elviejo Harry nos dijera hacia dónde se estaba dirigiendo la pelota.Ésta rebotó en la pared del exteriorderecho y los rugidos de la multitud se intensificaron.En el porche delantero de la casa tambiénreinaba la emoción.Yo me puse en píe de un salto, como si con ello pudiera ver el campo de San Luis.Pappy y mi padre se inclinaron hacia delante mientras Harry gritaba a través de la radio.Mi madreconsiguió soltar una especie de exclamación.Musial estaba luchando contra su compañero de equipo Shoendienst por el primer puesto de la liga endobles.El año anterior había alcanzado doce triples, el mejor promedio de las Ligas Mayores.Cuandoalcanzó la segunda, el griterío de los aficionados casi no permitió oír la voz de Caray.El jugador de laprimera base se apuntó fácilmente una carrera y Stan se deslizó hacia la tercera base rozándola con lospies mientras el desventurado hombre de base recibía el último lanzamiento y lo devolvía al lanzador.Fue como si lo viera levantarse mientras los espectadores enloquecían de entusiasmo.Después, sesacudió con ambas manos la tierra de su uniforme blanco ribeteado de rojo.El partido tenía que continuar, pero para nosotros los Chandler, o al menos para los miembrosmasculinos de la familia, el día ya había terminado.Musial había triunfado y, como no teníamosmuchas esperanzas de que los Cardinals ganaran la liga, nos alegrábamos de nuestras victorias porpequeñas que éstas fueran.Los espectadores se calmaron, Harry bajó la voz y yo volví a sentarme enel escalón superior del porche, como si todavía estuviera contemplando a Stan en la tercera.Si aquellos condenados Spruill no hubieran estado allí, me habría alejado para ocupar mi puesto en laimaginaria base meta.Allí esperaría la bola rápida, golpearía la pelota exactamente igual que mi héroey después correría rápida y majestuosamente hacia la tercera base, justo en medio de las sombras enlas que acechaba el monstruo Hank. ¿Quién está ganando? preguntó el señor Spruill desde algún lugar de la oscuridad. Los Cardinals.Una carrera a cero.Segunda mitad de la segunda entrada.Musial acaba de hacer untriple contesto Hank.Si tan aficionados eran al béisbol, ¿por qué habían encendido la fogata precisamente en la base meta yhabían levantado sus maltrechas tiendas alrededor de mi diamante? Cualquier imbécil habríacomprendido, al ver nuestro patio, que a pesar de los árboles, estaba hecho para jugar al béisbol [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]
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.El chasquido y el crujido de las vainas de las judías y los guisantes cesaron en seco.El columpio sedetuvo.Yo apreté con fuerza mi guante de béisbol.Mi padre opinaba que la voz de Harry Carayadquiría un tono cortante cuando intervenía Musial, pero Pappy no estaba convencido.El primerlanzamiento del lanzador de los Pirates fue una bola rápida de trayectoria baja.Pocos lanzadoresdesafiaban a Musial con bolas rápidas en el primer lanzamiento.El año anterior éste había encabezadola Liga Nacional con un promedio bateador de 0,359, y en 1952, le había disputado el puesto en unreñido combate a Frankie Baumholtz, de los Cubs.Tenía fuerza, velocidad y un guante sensacional, yjugaba duro todos los días.23John Grisham LA GRANJAYo guardaba un cromo de Stan Musial en el cajón de mi mesa de noche, dentro de una caja de puros, ysi se hubiera incendiado la casa, habría sido lo primero que hubiese intentado salvar, por encima decualquier otra cosa.El segundo lanzamiento fue una bola de trayectoria curva muy alta, y a sólo dos lanzamientos casi nosparecía oír a los aficionados levantándose de sus asientos.Una pelota de béisbol estaba a punto de serenviada a toda velocidad a algún remoto lugar del estadio de Sportman s Park.Ningún lanzador podíaquedar rezagado por detrás de Stan Musial y sobrevivir al momento.El tercer lanzamiento fue unabola rápida, y Harry Caray titubeó justo lo suficiente para que oyéramos el golpe del bate.Lamuchedumbre estalló en exclamaciones de entusiasmo.Yo contuve la respiración a la espera de que elviejo Harry nos dijera hacia dónde se estaba dirigiendo la pelota.Ésta rebotó en la pared del exteriorderecho y los rugidos de la multitud se intensificaron.En el porche delantero de la casa tambiénreinaba la emoción.Yo me puse en píe de un salto, como si con ello pudiera ver el campo de San Luis.Pappy y mi padre se inclinaron hacia delante mientras Harry gritaba a través de la radio.Mi madreconsiguió soltar una especie de exclamación.Musial estaba luchando contra su compañero de equipo Shoendienst por el primer puesto de la liga endobles.El año anterior había alcanzado doce triples, el mejor promedio de las Ligas Mayores.Cuandoalcanzó la segunda, el griterío de los aficionados casi no permitió oír la voz de Caray.El jugador de laprimera base se apuntó fácilmente una carrera y Stan se deslizó hacia la tercera base rozándola con lospies mientras el desventurado hombre de base recibía el último lanzamiento y lo devolvía al lanzador.Fue como si lo viera levantarse mientras los espectadores enloquecían de entusiasmo.Después, sesacudió con ambas manos la tierra de su uniforme blanco ribeteado de rojo.El partido tenía que continuar, pero para nosotros los Chandler, o al menos para los miembrosmasculinos de la familia, el día ya había terminado.Musial había triunfado y, como no teníamosmuchas esperanzas de que los Cardinals ganaran la liga, nos alegrábamos de nuestras victorias porpequeñas que éstas fueran.Los espectadores se calmaron, Harry bajó la voz y yo volví a sentarme enel escalón superior del porche, como si todavía estuviera contemplando a Stan en la tercera.Si aquellos condenados Spruill no hubieran estado allí, me habría alejado para ocupar mi puesto en laimaginaria base meta.Allí esperaría la bola rápida, golpearía la pelota exactamente igual que mi héroey después correría rápida y majestuosamente hacia la tercera base, justo en medio de las sombras enlas que acechaba el monstruo Hank. ¿Quién está ganando? preguntó el señor Spruill desde algún lugar de la oscuridad. Los Cardinals.Una carrera a cero.Segunda mitad de la segunda entrada.Musial acaba de hacer untriple contesto Hank.Si tan aficionados eran al béisbol, ¿por qué habían encendido la fogata precisamente en la base meta yhabían levantado sus maltrechas tiendas alrededor de mi diamante? Cualquier imbécil habríacomprendido, al ver nuestro patio, que a pesar de los árboles, estaba hecho para jugar al béisbol [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]