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.Pensé que llevabas protecciones.—Las lleva —indicó Jace, trabando la mirada verde jade de Meliorn con la suya.Meliorn se limitó a encogerse de hombros otra vez y empezó a andar de nuevo.Simón se mantuvo a la altura de Clary durante unos pocos instantes sin hablar.—Así pues, ¿qué me he perdido? —preguntó luego—.¿Chicas bailando desnudas?Clary pensó en las costillas al descubierto del hada varón y se estremeció.—Nada tan agradable.—Existen modos de que un humano tome parte en los festejos de las hadas —intervino Isabelle, que les había estado escuchando disimuladamente—.Si ellas te dan un distintivo, como una hoja o una flor, para que lo lleves, y lo conservas toda la noche, estarás perfectamente por la mañana.O si vas con un hada como compañera.Dirigió una veloz mirada a Meliorn, pero éste había llegado a una frondosa mampara colocada en la pared y se detuvo allí.—Éstos son los aposentos de la reina —informó—.Ha venido desde su corte en el norte para ocuparse de la muerte de la pequeña.Si tiene que haber guerra, quiere ser ella quién la declare.De cerca, Clary pudo ver que la mampara estaba hecha de enredaderas tupidamente entretejidas, con gotitas de ámbar ensartadas.Meliorn apartó las enredaderas y los hizo pasar a la estancia situada al otro lado.Jace cruzó el primero, agachando la cabeza para pasar.Le siguió Clary, que se irguió al llegar al otro lado, mirando alrededor con curiosidad.La habitación era sencilla, con las paredes terrosas adornadas con tela clara.Fuegos fatuos resplandecían en jarras de cristal.Una mujer bellísima estaba recostada en un sofá bajo, rodeada por lo que debían de ser sus cortesanos: una variopinta variedad de hadas, desde duendecillos diminutos hasta lo que parecían espléndidas muchachas humanas de largos cabellos.si se pasaba por alto sus ojos negros sin pupilas.—Mi reina —dijo Meliorn, haciendo una profunda reverencia—, os he traído a los nefilim.La reina se incorporó.Tenía una larga melena escarlata que parecía flotar como hojas otoñales en una brisa.Los ojos eran de un azul transparente como el cristal, y la mirada afilada como una cuchilla.—Tres de estos son nefilim —afirmó ella—.El otro es un mundano.Meliorn pareció echarse hacia atrás, pero la reina ni siquiera le miró; su mirada estaba puesta en los cazadores de sombras.Clary sentía un peso, como si la tocara.No obstante su hermosura no había nada de frágil en la reina.Era tan luminosa y difícil de contemplar como una estrella ardiente.—Nuestras disculpas, mi señora.Jace se adelantó, colocándose entre la reina y sus compañeros.Su voz había cambiado de todo; había algo en el modo en que hablaba ahora, algo cuidadoso y delicado.—El mundano es nuestra responsabilidad.Le debemos protección.Por lo tanto lo mantenemos con nosotros.La reina ladeó la cabeza, como un pájaro interesado.En esos momentos tenía toda la atención puesta en Jace.—¿Una deuda de sangre? —murmuró—.¿Con un mundano?—Me salvó la vida —respondió Jace.Clary notó como Simón se tensaba a su lado, sorprendido, y deseó que no lo demostrara.Las hadas no podían mentir, había dicho Jace, y Jace tampoco mentía: Simón sí le había salvado la vida.Simplemente no era por eso por lo que le habían llevado con ellos.Clary empezó a apreciar lo que Jace había querido dar a entender con aquello de decir la verdad de un modo creativo.—Por favor, mi señora.Esperábamos que lo comprendierais.Hemos oído que sois tan bondadosa como hermosa, y en ese caso.bien —prosiguió Jace—, vuestra bondad debe de ser inmensa.La reina mostró una sonrisita de suficiencia, se inclinó y con el refulgente cabello cayó hacia adelante, ensombreciéndole el rostro.—Eres tan encantador como tu padre, Jonathan Morgenstern —repuso, e indicó con un gesto los almohadones desperdigados por el suelo—.Venid, sentaos junto a mí.Comed algo.Bebed.Descansad.La conversación es mejor con los labios húmeros.Por un momento Jace pareció desconcertado.Vaciló.Meliorn se inclinó hacia él y le habló en voz baja.—Sería imprudente rehusar la prodigalidad de la reina de la corte seelie.Los ojos de Isabelle se movieron veloces hacia él, y luego ésta se encogió de hombros.—No pasará nada por sentarnos.Meliorn los condujo a un montón de almohadones sedosos cerca del diván de la reina.Clary se sentó con cuidado, medio esperando que hubiese alguna especie de enorme raíz afilada aguardando para clavarse en su trasero.Parecía ser la clase de broma que la reina encontraría graciosa.Pero no sucedió nada [ Pobierz całość w formacie PDF ]
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.Pensé que llevabas protecciones.—Las lleva —indicó Jace, trabando la mirada verde jade de Meliorn con la suya.Meliorn se limitó a encogerse de hombros otra vez y empezó a andar de nuevo.Simón se mantuvo a la altura de Clary durante unos pocos instantes sin hablar.—Así pues, ¿qué me he perdido? —preguntó luego—.¿Chicas bailando desnudas?Clary pensó en las costillas al descubierto del hada varón y se estremeció.—Nada tan agradable.—Existen modos de que un humano tome parte en los festejos de las hadas —intervino Isabelle, que les había estado escuchando disimuladamente—.Si ellas te dan un distintivo, como una hoja o una flor, para que lo lleves, y lo conservas toda la noche, estarás perfectamente por la mañana.O si vas con un hada como compañera.Dirigió una veloz mirada a Meliorn, pero éste había llegado a una frondosa mampara colocada en la pared y se detuvo allí.—Éstos son los aposentos de la reina —informó—.Ha venido desde su corte en el norte para ocuparse de la muerte de la pequeña.Si tiene que haber guerra, quiere ser ella quién la declare.De cerca, Clary pudo ver que la mampara estaba hecha de enredaderas tupidamente entretejidas, con gotitas de ámbar ensartadas.Meliorn apartó las enredaderas y los hizo pasar a la estancia situada al otro lado.Jace cruzó el primero, agachando la cabeza para pasar.Le siguió Clary, que se irguió al llegar al otro lado, mirando alrededor con curiosidad.La habitación era sencilla, con las paredes terrosas adornadas con tela clara.Fuegos fatuos resplandecían en jarras de cristal.Una mujer bellísima estaba recostada en un sofá bajo, rodeada por lo que debían de ser sus cortesanos: una variopinta variedad de hadas, desde duendecillos diminutos hasta lo que parecían espléndidas muchachas humanas de largos cabellos.si se pasaba por alto sus ojos negros sin pupilas.—Mi reina —dijo Meliorn, haciendo una profunda reverencia—, os he traído a los nefilim.La reina se incorporó.Tenía una larga melena escarlata que parecía flotar como hojas otoñales en una brisa.Los ojos eran de un azul transparente como el cristal, y la mirada afilada como una cuchilla.—Tres de estos son nefilim —afirmó ella—.El otro es un mundano.Meliorn pareció echarse hacia atrás, pero la reina ni siquiera le miró; su mirada estaba puesta en los cazadores de sombras.Clary sentía un peso, como si la tocara.No obstante su hermosura no había nada de frágil en la reina.Era tan luminosa y difícil de contemplar como una estrella ardiente.—Nuestras disculpas, mi señora.Jace se adelantó, colocándose entre la reina y sus compañeros.Su voz había cambiado de todo; había algo en el modo en que hablaba ahora, algo cuidadoso y delicado.—El mundano es nuestra responsabilidad.Le debemos protección.Por lo tanto lo mantenemos con nosotros.La reina ladeó la cabeza, como un pájaro interesado.En esos momentos tenía toda la atención puesta en Jace.—¿Una deuda de sangre? —murmuró—.¿Con un mundano?—Me salvó la vida —respondió Jace.Clary notó como Simón se tensaba a su lado, sorprendido, y deseó que no lo demostrara.Las hadas no podían mentir, había dicho Jace, y Jace tampoco mentía: Simón sí le había salvado la vida.Simplemente no era por eso por lo que le habían llevado con ellos.Clary empezó a apreciar lo que Jace había querido dar a entender con aquello de decir la verdad de un modo creativo.—Por favor, mi señora.Esperábamos que lo comprendierais.Hemos oído que sois tan bondadosa como hermosa, y en ese caso.bien —prosiguió Jace—, vuestra bondad debe de ser inmensa.La reina mostró una sonrisita de suficiencia, se inclinó y con el refulgente cabello cayó hacia adelante, ensombreciéndole el rostro.—Eres tan encantador como tu padre, Jonathan Morgenstern —repuso, e indicó con un gesto los almohadones desperdigados por el suelo—.Venid, sentaos junto a mí.Comed algo.Bebed.Descansad.La conversación es mejor con los labios húmeros.Por un momento Jace pareció desconcertado.Vaciló.Meliorn se inclinó hacia él y le habló en voz baja.—Sería imprudente rehusar la prodigalidad de la reina de la corte seelie.Los ojos de Isabelle se movieron veloces hacia él, y luego ésta se encogió de hombros.—No pasará nada por sentarnos.Meliorn los condujo a un montón de almohadones sedosos cerca del diván de la reina.Clary se sentó con cuidado, medio esperando que hubiese alguna especie de enorme raíz afilada aguardando para clavarse en su trasero.Parecía ser la clase de broma que la reina encontraría graciosa.Pero no sucedió nada [ Pobierz całość w formacie PDF ]