[ Pobierz całość w formacie PDF ]
.Comentó que trabajaba en las jaulas, pero como puedes ver.La mirada de Cassie persiguió a la de Via hacia lo alto.Había cuatro jaulas para bailar que colgaban encima del escenario, todas ellas vacías.—Susurro —ordenó Via—, ve a dar una vuelta por la puerta principal, a ver si aparece Xeke.Cassie y yo fisgonearemos por ahí.Cassie trató de aparentar normalidad mientras paseaba por aquel club infernal.Escudriñaba la multitud y a los deformes camareros en busca del rostro de Lissa, pero no vio nada.«Trabaja aquí —razonó gradualmente—.Es una empleada.Una bailarina.¿Dónde pueden estar los bailarines antes de su número?»«En la parte trasera.»—¿Adónde vas? —preguntó Via.—A la parte trasera —respondió Cassie mientras se alejaba.—¡Ten cuidado!Las objeciones de Via quedaron ahogadas por unos gritos crecientes.La multitud de delante alzó los puños al aire y coreó: «¡Sid! ¡Sid! ¡Sid!», mientras Cassie se abría paso a empujones entre nuevos cuerpos de formas decadentes.Agradeció la distracción.Por fin apareció en el escenario un hombre terriblemente delgado con vaqueros apretados, botas tachonadas y el pelo negro en punta.Su pecho desnudo mostraba cortes entrecruzados de afiladas cuchillas.—¡Estoy jodido! —Su acento cockney se coló en el micrófono—.Apenas puedo caminar ni hablar.¡Guau!La multitud estalló en aplausos.»¿Alguien tiene algo de caballo? ¡Qué más da, aquí está la banda más candente del Infierno! ¡Aldinoch!La banda que Cassie había oído en la cinta.Un humano que se esforzaba por parecerse a Trent Reznor sonrió con malicia y frotó su ingle contra la cadera de Cassie.Ella reaccionó con desdén a su grosero gesto.—Ey, muñequita, acabo de hacerme una nueva torre con los transfiguristas.—Le mostró con desvergüenza las caderas: tenía la entrepierna de los oscuros pantalones tan abultada como si se hubiera metido dentro un cachorro—.¿Quieres probarla?—Preferiría condenarme al Infierno —replicó.—¡Ey, esa sí que es buena!Cassie se escabulló con una sonrisita.Los riffs de guitarra eran como endechas que serpenteaban en el aire.Los tambores comenzaron a retumbar mientras la banda (cuatro figuras con capas negras) arrancaba con la primera canción.Cassie encontró al fondo una puerta negra.Abrió un resquicio y echó un vistazo.¡WHACK! ¡WHACK! ¡WHACK!Un trol gordo con tirantes estaba dando una paliza con su cachiporra a un pequeño diablillo.Este, al parecer, había estado fisgoneando por el agujero de la cerradura de otra puerta.—¡Maldito pervertido! ¡Vuelve a la tolva de la basura si no quieres que prenda fuego a tu feo culo!Varios golpes más con la cachiporra y el diablillo berreó y se alejó temblando.La sangre le goteaba de las puntiagudas orejas.Cuando se hubo marchado, el trol (obviamente un gerente) se acercó por su cuenta a la cerradura y rió entre dientes.Después también él se fue.Cassie se coló y miró por el agujero.Como había supuesto, daba a unos camerinos.Varias bailarinas con atuendos provocativos estaban saliendo por otro lado.Cassie se fijó en un súcubo de piel violeta, una demoniesa de cuatro pechos con pequeñas alas de murciélago y corsé escarlata y dos mujeres humanas con biquinis negros.Estas dos últimas tenían brotes de tumores amarillos en sus rostros.Pero ninguna era Lissa.Todas las chicas abandonaron la sala por la puerta posterior.«¡Maldita sea!»¿Habría salido Lissa de los camerinos antes de que ella se pusiera a mirar?Se escurrió de nuevo hasta el local.La sonora mezcla de gótico y death metal de la banda estaba creciendo en intensidad y la pista de baile vibraba.—¡La casa de Dios en llamas, protégeme, padre Satán, en el Infierno seré tu esclavo! —se desgañitaba el cantante principal.Cassie apenas podía oír sus propios pensamientos por encima de aquella letra infernal.Pero ahora las jaulas de baile que había sobre el escenario estaban ocupadas.Por las chicas que había visto antes en los camerinos.Otra chica (una humana de pelo blanco cortado a lo paje) fue directa hasta Cassie y la abrazó.—¡Bailemos! —dijo.—Eh, no, gracias.—Pero cuando Cassie luchó por liberarse, notó unas manos que le sobaban con torpeza los senos.«¿Qué demonios.?»Entonces vio cómo era posible.La mujer se rió y retrocedió.Se abrió la blusa y mostró unas manos humanas que se abrían y se cerraban, y que surgían de donde tendría que tener las tetas [ Pobierz całość w formacie PDF ]
  • zanotowane.pl
  • doc.pisz.pl
  • pdf.pisz.pl
  • matkasanepid.xlx.pl