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.Penetraron en su tibieza rosada.El cono verde desapareciódentro del suelo que se cerró encima suyo.Salieron en la primera Profundidad de Gonda7.Se sirvieron nuevamente de sus llaves para abrir las puertas trasparentes de un accesoa la 12� avenida.Era una v�a de transporte.Sus m�ltiples pistas de pasto con flores sedesplazaban a una velocidad creciente del exterior hacia el medio.�rboles bajos serv�ande asientos, y tend�an el apoyo de sus ramas a los viajeros que prefer�an quedar de pie.Vuelos de p�jaros amarillos, semejantes a gaviotas, luchaban en velocidad con la pistacentral, silbando de placer.El�a y Paikan salieron de la Avenida de la Bifurcación del Lago y tomaron el senderoque conduc�a al ascensor de su Torre.Un arroyuelo nacido en la bifurcación corr�a a lolargo del sendero.Peque�os mam�feros rubios, con vientre blanco, no m�s grandes, que gatos de tresmeses, vagaban por el pasto y se escond�an detr�s de las matas para acechar a lospescados.Ten�an la cola corta y chata, y una bolsa ventral de donde sal�a a veces unacabecita peque�a con ojos dulces y maliciosos, que mordisqueaba una espina depescado.Soplando, ss-ss-ss-ss, vinieron a jugar entre los pies de El�a y Paikan.Vivazmente se apartaban cuando el borde de una sandalia estaba a punto de pisarles unapata o la cola.Gonda 7 hab�a sido cavada bajo las ruinas de la Gonda 7 de la superficie.De la antiguaciudad no quedaban m�s que gigantescos escombros encima de los cuales se ergu�a laTorre del Tiempo como una flor en medio de los cascotes.En el tope de su largo tallo seabr�an los p�talos de la terraza circular, con sus �rboles, su c�sped, su piscina y sumuelle de atraque ubicado al reparo del viento, que en este lugar, soplaba del oeste.Rodeado por la terraza, el departamento se abr�a sobre ella por todos los costados,medios tabiques curvos, redondos m�s o menos altos interrumpidos, lo divid�an en piezasredondas, ovoides, irregulares, �ntimas y sin embargo no separadas.Por encima deldepartamento la c�pula-observatorio coronaba la Torre con un c�rculo trasparente apenasahumado de azul.El ascensor desembocaba en la pieza del centro, cerca de la fuente baja.Al entrar,El�a abrió con un gesto la puerta de espejos.El departamento se unificó con la terraza, yla brisa ligera de la tarde lo visitó.Algas multicolores se balanceaban en las corrientestibias de la piscina.El�a se despojó de la ropa y se deslizó en el agua.Una multitud depescados agujas, negros y rojos, vinieron a picotearle la piel, luego, reconoci�ndola,desaparecieron en un tremolar.En la c�pula, Paikan echó un vistazo para asegurarse de que todo andaba bien.Nohab�a aparejo complicado, era la c�pula misma que constitu�a el instrumento,obedeciendo a los gestos y al contacto de las manos de Paikan, y trabajando sin �lcuando se lo ordenaba.Todo andaba bien, el cielo estaba azul, la c�pula ronroneabasuavemente.Paikan se desvistió y se reunió con El�a en la piscina.Al verlo ella rió y sezambulló.�l volvió a encontrar detr�s de los velos irisados de un pez indolente, que losmiraba con un redondo ojo rojo.Paikan levantó los brazos y se deslizó detr�s suyo.El�a se apoyó contra �l, sentada,flotante, ligera.Paikan la apretó contra su vientre, se impulsó hacia arriba y su deseoerguido la penetró.Reaparecieron en la superficie como un solo cuerpo.�l estaba detr�sde ella y �l estaba en ella, ella acurrucada y apoyada contra �l.Paikan la apretó con unbrazo contra su pecho, y la puso de costado como �l, mientras que con su brazo izquierdose puso a nadar.Cada tracción lo empujaba en ella, y los acercaba hacia la playa dearena.El�a estaba pasiva como un rezago c�lido.Llegaron al borde y se posaron, amedias fuera del agua.Ella sintió su hombro y su cadera hundirse en la arena.Sent�a a Paikan adentro yafuera de su cuerpo.�l la ten�a cercada, encerrada, sitiada, hab�a entrado como elconquistador deseado delante del cual se abre la puerta exterior y las puertas profundas.Y �l recorr�a lenta, suave, largamente todos sus secretos.Bajo su mejilla y su oreja, ella sent�a el agua tibia y la arena bajar y subir, bajar y subir.El agua ven�a a acariciar la comisura de su boca entreabierta.Los pescados agujatemblaban a lo largo de su muslo sumergido.En el cielo donde la noche comenzaba, algunas estrellas se encend�an.Paikan ya casino se mov�a.Estaba en ella como un �rbol liso, duro, palpitante y suave, un �rbol decarne bien amado, siempre ah�, vuelto m�s fuerte, m�s suave, m�s tibio y de prontoardiente, inmenso, encendido rojo, quemando su vientre entero, toda su carne y sushuesos inflamados hasta el cielo.Ella apretó con sus manos las manos cerradas querodeaban sus senos y gimió largamente en la noche que ven�a.Una inmensa paz reemplazó la luz.El�a se volvió a encontrar alrededor de Paikan.�lsegu�a estando en ella, duro y suave.Ella descansó sobre �l como un p�jaro que seduerme.Muy lentamente, muy suavemente, �l comenzó a prepararle un nuevo goce.Ellos dorm�an sobre el pasto de su cuarto, tan fino y suave como el vello del vientre deuna gata.Una cobija blanca, apenas posada sobre ellos, sin peso, tibia, adoptaba suforma y su temperatura a las necesidades de su quietud.El�a se despertó un momento,buscó la mano abierta de Paikan y arrebujó en ella su pu�ito cerrado.La mano de Paikanse cerró sobre �ste.El�a suspiró de felicidad y se volvió a dormir.Los aullidos de las sirenas de alerta los hizo ponerse de pie con un salto, espantados.- �Qu� sucede? �No es posible! - dijo El�a.Paikan hundió su llave en la placa de la imagen.Frente a ellos, la pared se encendió yse cavó.El rostro familiar del locutor de pelo colorado apareció en ella.-.Alerta general.Un sat�lite no registrado se dirige hacia Gondawa sin contestar a laspreguntas de identificación.Va a penetrar en el espacio territorial.Si contin�a sinresponder, nuestro dispositivo de defensa va a entrar en acción.Todos los seres vivientesque se encuentren afuera deben dirigirse inmediatamente a las ciudades.Apaguen todassus luces.Nuestras emisiones de la superficie est�n suspendidas.Escuchen, est�terminado.La imagen en la pared se acható, vino a pegarse en la superficie y se apagó.- �Hay que bajar? - preguntó El�a.- No, ven.Tomó la cobija, envolvió a El�a y la llevó a la terraza.Se deslizaron entre las hojas bajas de las palmeras de seda y fueron a apoyarse en laelevada rampa de la borda.El cielo estaba oscuro, sin luna.Las innumerables estrellas brillaban en el firmamentocon un destello perfecto.Los focos luminosos de los aparatos de vuelo, multicolores,pareciendo m�s o menos grandes seg�n su altitud, modificaban su ruta y parec�anaspirados por una corriente que los llevaba todos en la misma dirección, la de la Boca.En el suelo, la alerta hab�a despertado a los habitantes de la casa de recreo,amarrados en la planicie, o entre las ruinas, en los l�mites del agua y del servicio.Susc�scaras trasl�cidas posaban sobre la noche la luz de sus formas: pescado de, oro, florazul, huevo rojo, huso verde, esfera, estrella, poliedro gota.Algunas estaban levantando vuelo y tomando el camino de la Boca.Las otras seapagaron r�pidamente.Una serpiente blanca quedó encendida alumbrando una pareddestrozada.- �Qu� esperan esos para apagar?- De todas maneras es in�til [ Pobierz całość w formacie PDF ]
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.Penetraron en su tibieza rosada.El cono verde desapareciódentro del suelo que se cerró encima suyo.Salieron en la primera Profundidad de Gonda7.Se sirvieron nuevamente de sus llaves para abrir las puertas trasparentes de un accesoa la 12� avenida.Era una v�a de transporte.Sus m�ltiples pistas de pasto con flores sedesplazaban a una velocidad creciente del exterior hacia el medio.�rboles bajos serv�ande asientos, y tend�an el apoyo de sus ramas a los viajeros que prefer�an quedar de pie.Vuelos de p�jaros amarillos, semejantes a gaviotas, luchaban en velocidad con la pistacentral, silbando de placer.El�a y Paikan salieron de la Avenida de la Bifurcación del Lago y tomaron el senderoque conduc�a al ascensor de su Torre.Un arroyuelo nacido en la bifurcación corr�a a lolargo del sendero.Peque�os mam�feros rubios, con vientre blanco, no m�s grandes, que gatos de tresmeses, vagaban por el pasto y se escond�an detr�s de las matas para acechar a lospescados.Ten�an la cola corta y chata, y una bolsa ventral de donde sal�a a veces unacabecita peque�a con ojos dulces y maliciosos, que mordisqueaba una espina depescado.Soplando, ss-ss-ss-ss, vinieron a jugar entre los pies de El�a y Paikan.Vivazmente se apartaban cuando el borde de una sandalia estaba a punto de pisarles unapata o la cola.Gonda 7 hab�a sido cavada bajo las ruinas de la Gonda 7 de la superficie.De la antiguaciudad no quedaban m�s que gigantescos escombros encima de los cuales se ergu�a laTorre del Tiempo como una flor en medio de los cascotes.En el tope de su largo tallo seabr�an los p�talos de la terraza circular, con sus �rboles, su c�sped, su piscina y sumuelle de atraque ubicado al reparo del viento, que en este lugar, soplaba del oeste.Rodeado por la terraza, el departamento se abr�a sobre ella por todos los costados,medios tabiques curvos, redondos m�s o menos altos interrumpidos, lo divid�an en piezasredondas, ovoides, irregulares, �ntimas y sin embargo no separadas.Por encima deldepartamento la c�pula-observatorio coronaba la Torre con un c�rculo trasparente apenasahumado de azul.El ascensor desembocaba en la pieza del centro, cerca de la fuente baja.Al entrar,El�a abrió con un gesto la puerta de espejos.El departamento se unificó con la terraza, yla brisa ligera de la tarde lo visitó.Algas multicolores se balanceaban en las corrientestibias de la piscina.El�a se despojó de la ropa y se deslizó en el agua.Una multitud depescados agujas, negros y rojos, vinieron a picotearle la piel, luego, reconoci�ndola,desaparecieron en un tremolar.En la c�pula, Paikan echó un vistazo para asegurarse de que todo andaba bien.Nohab�a aparejo complicado, era la c�pula misma que constitu�a el instrumento,obedeciendo a los gestos y al contacto de las manos de Paikan, y trabajando sin �lcuando se lo ordenaba.Todo andaba bien, el cielo estaba azul, la c�pula ronroneabasuavemente.Paikan se desvistió y se reunió con El�a en la piscina.Al verlo ella rió y sezambulló.�l volvió a encontrar detr�s de los velos irisados de un pez indolente, que losmiraba con un redondo ojo rojo.Paikan levantó los brazos y se deslizó detr�s suyo.El�a se apoyó contra �l, sentada,flotante, ligera.Paikan la apretó contra su vientre, se impulsó hacia arriba y su deseoerguido la penetró.Reaparecieron en la superficie como un solo cuerpo.�l estaba detr�sde ella y �l estaba en ella, ella acurrucada y apoyada contra �l.Paikan la apretó con unbrazo contra su pecho, y la puso de costado como �l, mientras que con su brazo izquierdose puso a nadar.Cada tracción lo empujaba en ella, y los acercaba hacia la playa dearena.El�a estaba pasiva como un rezago c�lido.Llegaron al borde y se posaron, amedias fuera del agua.Ella sintió su hombro y su cadera hundirse en la arena.Sent�a a Paikan adentro yafuera de su cuerpo.�l la ten�a cercada, encerrada, sitiada, hab�a entrado como elconquistador deseado delante del cual se abre la puerta exterior y las puertas profundas.Y �l recorr�a lenta, suave, largamente todos sus secretos.Bajo su mejilla y su oreja, ella sent�a el agua tibia y la arena bajar y subir, bajar y subir.El agua ven�a a acariciar la comisura de su boca entreabierta.Los pescados agujatemblaban a lo largo de su muslo sumergido.En el cielo donde la noche comenzaba, algunas estrellas se encend�an.Paikan ya casino se mov�a.Estaba en ella como un �rbol liso, duro, palpitante y suave, un �rbol decarne bien amado, siempre ah�, vuelto m�s fuerte, m�s suave, m�s tibio y de prontoardiente, inmenso, encendido rojo, quemando su vientre entero, toda su carne y sushuesos inflamados hasta el cielo.Ella apretó con sus manos las manos cerradas querodeaban sus senos y gimió largamente en la noche que ven�a.Una inmensa paz reemplazó la luz.El�a se volvió a encontrar alrededor de Paikan.�lsegu�a estando en ella, duro y suave.Ella descansó sobre �l como un p�jaro que seduerme.Muy lentamente, muy suavemente, �l comenzó a prepararle un nuevo goce.Ellos dorm�an sobre el pasto de su cuarto, tan fino y suave como el vello del vientre deuna gata.Una cobija blanca, apenas posada sobre ellos, sin peso, tibia, adoptaba suforma y su temperatura a las necesidades de su quietud.El�a se despertó un momento,buscó la mano abierta de Paikan y arrebujó en ella su pu�ito cerrado.La mano de Paikanse cerró sobre �ste.El�a suspiró de felicidad y se volvió a dormir.Los aullidos de las sirenas de alerta los hizo ponerse de pie con un salto, espantados.- �Qu� sucede? �No es posible! - dijo El�a.Paikan hundió su llave en la placa de la imagen.Frente a ellos, la pared se encendió yse cavó.El rostro familiar del locutor de pelo colorado apareció en ella.-.Alerta general.Un sat�lite no registrado se dirige hacia Gondawa sin contestar a laspreguntas de identificación.Va a penetrar en el espacio territorial.Si contin�a sinresponder, nuestro dispositivo de defensa va a entrar en acción.Todos los seres vivientesque se encuentren afuera deben dirigirse inmediatamente a las ciudades.Apaguen todassus luces.Nuestras emisiones de la superficie est�n suspendidas.Escuchen, est�terminado.La imagen en la pared se acható, vino a pegarse en la superficie y se apagó.- �Hay que bajar? - preguntó El�a.- No, ven.Tomó la cobija, envolvió a El�a y la llevó a la terraza.Se deslizaron entre las hojas bajas de las palmeras de seda y fueron a apoyarse en laelevada rampa de la borda.El cielo estaba oscuro, sin luna.Las innumerables estrellas brillaban en el firmamentocon un destello perfecto.Los focos luminosos de los aparatos de vuelo, multicolores,pareciendo m�s o menos grandes seg�n su altitud, modificaban su ruta y parec�anaspirados por una corriente que los llevaba todos en la misma dirección, la de la Boca.En el suelo, la alerta hab�a despertado a los habitantes de la casa de recreo,amarrados en la planicie, o entre las ruinas, en los l�mites del agua y del servicio.Susc�scaras trasl�cidas posaban sobre la noche la luz de sus formas: pescado de, oro, florazul, huevo rojo, huso verde, esfera, estrella, poliedro gota.Algunas estaban levantando vuelo y tomando el camino de la Boca.Las otras seapagaron r�pidamente.Una serpiente blanca quedó encendida alumbrando una pareddestrozada.- �Qu� esperan esos para apagar?- De todas maneras es in�til [ Pobierz całość w formacie PDF ]