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.Había pasado su adolescencia y los inicios de sumadurez preocupándose demasiado, sin tiempo para divertirse.La ausencia de alegría le había hecho perder la perspectiva de las cosas y lehabía permitido que cada noticia sensacionalista algunas basadas en auténticosproblemas, otras absolutamente fraudulentas la consumieran.Y allí estaba, riendo como una niña pequeña.Hasta alcanzar la pubertad y serarrojados a una nueva existencia por una marea de hormonas, los niños sabíanque la vida era aterradora, sí, oscura y extraña, pero también sabían que era ab-surda, que estaba destinada a ser algo divertido, que era un viaje lleno deaventuras a lo largo de una carretera del tiempo que conducía a un lugardesconocido en un mundo distante y maravilloso.Holly Thorne, que de pronto se sintió satisfecha de su nombre, sabía haciadónde iba y por qué.Sabía lo que esperaba obtener de Jim Ironheart y no era un buen artículo, oel reconocimiento a su labor periodística, ni un Pulitzer.Quería de él algo mejorque aquello, más gratificante y duradero, y se sentía ansiosa de hallarse ante élpara pedírselo.Lo divertido era que, si él aceptaba, tal vez se vería embarcada en algo másque emoción, alegría y una existencia llena de significado.Si ella obtenía lo quequería de él, quizás estuviera muerta en el plazo de un año, de un mes o de unasemana.Pero momentáneamente se concentraba en la perspectiva de la alegríaque aquello supondría, y no la desanimaba la posibilidad de una muerte prematura.SEGUNDA PARTEEl molinoEn ningún lugar se guarda un secretosiempre secreto, oculto y profundo,tan bien como en el pasado,profundamente enterrado para permanecer, permanecer.Guárdalo en tu oculto corazón,de otro modo los rumores dan comienzo.Tras muchos años de haber enterradosecretos que te preocupaban,ningún confidente puede entonces traicionarlas palabras que no dijiste.Sólo tú puedes entonces exhumarsecretos a salvo en la tumbade la memoria, de la memoria,en la tumba de la memoria.El libro de los dolores contadosEn el mundo realcomo en los sueños,nada es realmentelo que parece.El libro de los dolores contadosDel 27 al 29 de agosto1Holly cambió de vuelo en Denver, ganando tiempo, al atravesar dos husoshorarios a medida que viajaba hacia el Oeste, y llegó al Aeropuerto Internacional deLos Angeles el lunes por la mañana a las once.Sin trabas de equipaje, recogió elcoche alquilado y condujo a lo largo de la costa hacia Laguna Niguel.Llegó a lacasa de Jim Ironheart alrededor de las doce y media.Dejó el coche frente a su aparcamiento, siguió el camino adornado conazulejos hasta la puerta principal y tocó el timbre.Jim no contestó.Tocó de nuevo.Seguía sin contestar.Tocó repetidamente hasta que en el pulgar derecho le quedóla marca rojiza del botón.Dando un paso atrás, observó las ventanas del primer y segundo piso.Todastenían echadas las persianas. Sé que está ahí dentro dijo tranquilamente.Regresó al coche, bajó las ventanillas y se sentó tras el volante esperando quesaliera.Tarde o temprano necesitaría comida, detergente, atención médica, papelhigiénico, algo, y entonces le atraparía.Desgraciadamente el tiempo no era propicio para una larga vigilancia.Aunquedías atrás había hecho una temperatura templada, el calor de agosto había vueltocomo un malvado dragón, chamuscando la tierra con su llameante aliento.Laspalmeras se inclinaron y las flores empezaron a marchitarse bajo el sol abrasador.Tras los elaborados sistemas de riego que mantenían el exuberante paisaje, eldesierto aguardaba el momento de reafirmarse.Holly se estaba cociendo tan rápida y uniformemente como un panecillo en unhorno, hasta que finalmente levantó las ventanillas, puso el coche en marcha yencendió el aire acondicionado.La fría corriente era deliciosa, pero al poco tiempo el coche empezó arecalentarse; la aguja se elevó rápidamente hacia la sección roja del indicador detemperatura.A la una y cuarto, justo tres cuartos de hora después de su llegada, Holly pusola marcha atrás y retrocedió a lo largo del camino, volviendo al motel de LagunaHills.Allí se puso un pantalón corto y una blusa caribeña de color amarillo quedejaba al descubierto su vientre; también se calzó sus nuevas zapatillas deportivas.En una tienda cercana compró una tumbona plegable, una toalla playera, un tubode crema broncea dora, una nevera portátil, una bolsa de cubitos de hielo, seislatas de soda baja en calorías y un libro de bolsillo de John D.MacDonald, cuyaprotagonista era Travis McGee; ya tenía un par de gafas de sol.Antes de las dos y media se encontró de nuevo en la casa de Ironheart enBougainvillea Way.Volvió a tocar el timbre.Jim se negó a contestar.Holly sabía de algún modo que Jim estaba en casa.Tal vez ella también eraclarividente [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]
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.Había pasado su adolescencia y los inicios de sumadurez preocupándose demasiado, sin tiempo para divertirse.La ausencia de alegría le había hecho perder la perspectiva de las cosas y lehabía permitido que cada noticia sensacionalista algunas basadas en auténticosproblemas, otras absolutamente fraudulentas la consumieran.Y allí estaba, riendo como una niña pequeña.Hasta alcanzar la pubertad y serarrojados a una nueva existencia por una marea de hormonas, los niños sabíanque la vida era aterradora, sí, oscura y extraña, pero también sabían que era ab-surda, que estaba destinada a ser algo divertido, que era un viaje lleno deaventuras a lo largo de una carretera del tiempo que conducía a un lugardesconocido en un mundo distante y maravilloso.Holly Thorne, que de pronto se sintió satisfecha de su nombre, sabía haciadónde iba y por qué.Sabía lo que esperaba obtener de Jim Ironheart y no era un buen artículo, oel reconocimiento a su labor periodística, ni un Pulitzer.Quería de él algo mejorque aquello, más gratificante y duradero, y se sentía ansiosa de hallarse ante élpara pedírselo.Lo divertido era que, si él aceptaba, tal vez se vería embarcada en algo másque emoción, alegría y una existencia llena de significado.Si ella obtenía lo quequería de él, quizás estuviera muerta en el plazo de un año, de un mes o de unasemana.Pero momentáneamente se concentraba en la perspectiva de la alegríaque aquello supondría, y no la desanimaba la posibilidad de una muerte prematura.SEGUNDA PARTEEl molinoEn ningún lugar se guarda un secretosiempre secreto, oculto y profundo,tan bien como en el pasado,profundamente enterrado para permanecer, permanecer.Guárdalo en tu oculto corazón,de otro modo los rumores dan comienzo.Tras muchos años de haber enterradosecretos que te preocupaban,ningún confidente puede entonces traicionarlas palabras que no dijiste.Sólo tú puedes entonces exhumarsecretos a salvo en la tumbade la memoria, de la memoria,en la tumba de la memoria.El libro de los dolores contadosEn el mundo realcomo en los sueños,nada es realmentelo que parece.El libro de los dolores contadosDel 27 al 29 de agosto1Holly cambió de vuelo en Denver, ganando tiempo, al atravesar dos husoshorarios a medida que viajaba hacia el Oeste, y llegó al Aeropuerto Internacional deLos Angeles el lunes por la mañana a las once.Sin trabas de equipaje, recogió elcoche alquilado y condujo a lo largo de la costa hacia Laguna Niguel.Llegó a lacasa de Jim Ironheart alrededor de las doce y media.Dejó el coche frente a su aparcamiento, siguió el camino adornado conazulejos hasta la puerta principal y tocó el timbre.Jim no contestó.Tocó de nuevo.Seguía sin contestar.Tocó repetidamente hasta que en el pulgar derecho le quedóla marca rojiza del botón.Dando un paso atrás, observó las ventanas del primer y segundo piso.Todastenían echadas las persianas. Sé que está ahí dentro dijo tranquilamente.Regresó al coche, bajó las ventanillas y se sentó tras el volante esperando quesaliera.Tarde o temprano necesitaría comida, detergente, atención médica, papelhigiénico, algo, y entonces le atraparía.Desgraciadamente el tiempo no era propicio para una larga vigilancia.Aunquedías atrás había hecho una temperatura templada, el calor de agosto había vueltocomo un malvado dragón, chamuscando la tierra con su llameante aliento.Laspalmeras se inclinaron y las flores empezaron a marchitarse bajo el sol abrasador.Tras los elaborados sistemas de riego que mantenían el exuberante paisaje, eldesierto aguardaba el momento de reafirmarse.Holly se estaba cociendo tan rápida y uniformemente como un panecillo en unhorno, hasta que finalmente levantó las ventanillas, puso el coche en marcha yencendió el aire acondicionado.La fría corriente era deliciosa, pero al poco tiempo el coche empezó arecalentarse; la aguja se elevó rápidamente hacia la sección roja del indicador detemperatura.A la una y cuarto, justo tres cuartos de hora después de su llegada, Holly pusola marcha atrás y retrocedió a lo largo del camino, volviendo al motel de LagunaHills.Allí se puso un pantalón corto y una blusa caribeña de color amarillo quedejaba al descubierto su vientre; también se calzó sus nuevas zapatillas deportivas.En una tienda cercana compró una tumbona plegable, una toalla playera, un tubode crema broncea dora, una nevera portátil, una bolsa de cubitos de hielo, seislatas de soda baja en calorías y un libro de bolsillo de John D.MacDonald, cuyaprotagonista era Travis McGee; ya tenía un par de gafas de sol.Antes de las dos y media se encontró de nuevo en la casa de Ironheart enBougainvillea Way.Volvió a tocar el timbre.Jim se negó a contestar.Holly sabía de algún modo que Jim estaba en casa.Tal vez ella también eraclarividente [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]