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.Uniendo esas finas y ahusadas torres, y descendiendo de ellas en una curva que se perdía finalmente en la planicie cilíndrica, había contrafuertes de apariencia tan sólida como para obligar a pensar que hubieran podido soportar el peso de un mundo.Y quizás ésa era su función, si eran en realidad los elementos de alguna exótica unidad de propulsión, como se había sugerido.Jimmy se aproximó a la varilla o aguja central con mucha precaución, y dejó de pedalear mientras se hallaba todavía a cien metros de distancia, permitiendo que la Libélula siguiera su propio impulso hasta detenerse.Verificó el nivel de radiación y sólo encontró el muy bajo de Rama.Tal vez estuvieran actuando aquí fuerzas que ningún instrumento humano podía detectar, pero ése era otro riesgo ineludible.—¿Qué puede ver? —preguntaron ansiosamente desde Control.—Sólo el gran cuerno.Es liso por completo, sin marcas, y la punta es tan aguda que se podría usar como aguja de coser.Casi tengo miedo de aproximarme.No bromeaba sino a medias.Parecía mentira que un objeto tan macizo pudiera haber sido rematado en una punta tan aguda y geométricamente perfecta.Jimmy había visto colecciones de insectos sujetos con alfileres, y no tenía deseo alguno de que su Libélula hallara un destino similar.Siguió pedaleando con lentitud hacia adelante hasta que la varilla alcanzó varios metros de diámetro delante de su vista, y entonces volvió a hacer alto.Abrió un pequeño envase y extrajo de su interior una esfera del tamaño de una pelota de baseball, que arrojó hacia la varilla.Al alejarse, fue desplegando tras de sí un hilo apenas visible.La «bomba adhesiva.chocó contra la superficie suavemente curva y no rebotó.Jimmy dio un ligero tirón al hilo, luego otro tirón más fuerte.Como un pescador que arrastra su presa, fue tirando del hilo hasta aproximar la Libélula al pico del bien bautizado Gran Cuerno, y no paró hasta que pudo tender la mano y tomar contacto con su superficie.—Supongo que podrían describir lo que acabo de hacer como una especie de touchdown[ 3 ] —informó a Control—.Al tacto parece vidrio, casi sin fricción y ligeramente cálida.La bomba adhesiva dio un gran resultado.Ahora estoy probando el micrófono.Veamos si el acolchado de succión retiene tan bien.Estoy insertando la clavija de conexión.¿Oyen algo?Hubo un prolongado silencio y luego se oyó la respuesta en tono disgustado, de Control.—No se oye un rábano, a excepción de los habituales sonidos termales.¿Quiere hacer el favor de golpear la superficie con algún objeto de metal? Así por lo menos averiguaremos si esa varilla es hueca.—Bien.¿Y ahora qué?—Nos gustaría que volara a lo largo del Gran Cuerno, haciendo una exploración completa con la cámara cada medio kilómetro y atento a cualquier detalle inusitado.Luego, si está seguro de que no hay peligro, puede acercarse a una de las Astas Pequeñas.Pero eso sólo si está seguro de poder volver a «g» cero sin ningún problema.—Tres kilómetros desde el eje; o sea apenas por encima de la gravedad lunar.La Libélula ha sido diseñada para eso.Sólo tendré que pedalear un poco más.—Jimmy, habla el capitán.Se me ocurre otra idea.A juzgar por sus fotografías, las varillas más cortas son similares a la varilla alta.Trate de tomarlas lo mejor posible con los lentes del zoom.No quiero que abandone la región de baja gravedad, a menos que vea algo que le parezca realmente importante.En ese caso, lo discutiremos.—Está bien, jefe —respondió Jimmy, y tal vez se advertía en su tono una huella de alivio—.Me quedaré cerca del Gran Cuerno.Ahí vamos otra vez.Sintió como si cayera en línea recta dentro de un estrecho valle entre un grupo de montañas altas e increíblemente finas.El Gran Cuerno se elevaba ahora a un kilómetro sobre él, y las seis agujas de las Pequeñas Astas se asomaban a su alrededor.El complejo de contrafuertes y arbotantes que rodeaba las laderas bajas se aproximaba con rapidez.Jimmy se preguntó si podría descender sin peligro en algún punto de la parte baja de esa arquitectura ciclópea.Ya no podría hacerlo en el Gran Cuerno, porque la gravedad en sus laderas cada vez más anchas era ahora demasiado poderosa para ser contrarrestada por la débil fuerza de la bomba adhesiva.Al aproximarse aún más al Polo Sur, comenzó a sentirse más y más como un gorrión volando bajo el techo abovedado de una inmensa catedral, aunque ninguna catedral construida por el hombre había tenido una décima parte de las dimensiones de este lugar.Se preguntó si no sería en realidad un altar religioso, o algo remotamente análogo, pero en seguida rechazó la idea.En ninguna parte de Rama se habían encontrado rastros de expresión artística; allí todo era funcional.Tal vez los ramanes consideraban que estaban ya en posesión de los supremos secretos del universo, y habían dejado de sentirse perseguidos por las ansias, anhelos y aspiraciones que atormentaban a la humanidad.Ése era un pensamiento escalofriante, totalmente ajeno a la habitual y no muy profunda filosofía de Jimmy, quien experimentó una súbita y urgente necesidad de restablecer el contacto humano, y en consecuencia se apresuró a informar de su situación a sus amigos distantes.—Repita el mensaje, Libélula —respondieron desde el Control—.No le hemos entendido; su transmisión es defectuosa.—Repito: estoy próximo a la base de Pequeña Asta número seis, y utilizo la bomba adhesiva para moverme de un lado a otro.—Comprendido sólo parcialmente.¿Me oye usted?—Sí, perfectamente.Repito: perfectamente.—Por favor, empiece a contar.—Uno, dos, tres, cuatro.—Sólo nos llega en parte.Dénos radiofaro[ 4 ] durante quince segundos, y luego vuelva a la voz.—Aquí está.Jimmy conectó el radiofaro de baja potencia que le localizaría en cualquier lugar en el interior de Rama, y contó los segundos.Cuando volvió otra vez la voz, inquirió quejumbrosamente:—¿Qué ocurre? ¿Pueden oírme ahora?Presumiblemente no, porque a continuación desde Control le pidieron quince segundos de T.V.Sólo cuando Jimmy hubo repetido la pregunta dos veces fue recibido el mensaje.—Suerte que ahora puede oírnos bien, Jimmy.Pero algo extraño está ocurriendo en su lado.Escuche.En la radio, Jimmy oyó el silbido familiar de su propio radiofaro retransmitido para él.Por un momento fue normal; luego se deslizó una extraña distorsión.El silbido de mil ciclos se volvió modulado por una vibración profunda, palpitante, y tan baja que quedaba casi fuera del alcance del oído.Era una especie de palpitación bajo profundo en la cual podía ser percibida cada vibración individual.Y la modulación era en sí misma modulada; ascendía y descendía, subía y bajaba, con un período de cinco segundos más o menos.Ni por un instante se le ocurrió a Jimmy pensar que algo andaba mal en su radiotransmisor.No; esto provenía del exterior: qué era y qué significaba, estaba fuera del alcance de su imaginación.En Control no sabían mucho más, pero al menos tenían una teoría [ Pobierz całość w formacie PDF ]
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.Uniendo esas finas y ahusadas torres, y descendiendo de ellas en una curva que se perdía finalmente en la planicie cilíndrica, había contrafuertes de apariencia tan sólida como para obligar a pensar que hubieran podido soportar el peso de un mundo.Y quizás ésa era su función, si eran en realidad los elementos de alguna exótica unidad de propulsión, como se había sugerido.Jimmy se aproximó a la varilla o aguja central con mucha precaución, y dejó de pedalear mientras se hallaba todavía a cien metros de distancia, permitiendo que la Libélula siguiera su propio impulso hasta detenerse.Verificó el nivel de radiación y sólo encontró el muy bajo de Rama.Tal vez estuvieran actuando aquí fuerzas que ningún instrumento humano podía detectar, pero ése era otro riesgo ineludible.—¿Qué puede ver? —preguntaron ansiosamente desde Control.—Sólo el gran cuerno.Es liso por completo, sin marcas, y la punta es tan aguda que se podría usar como aguja de coser.Casi tengo miedo de aproximarme.No bromeaba sino a medias.Parecía mentira que un objeto tan macizo pudiera haber sido rematado en una punta tan aguda y geométricamente perfecta.Jimmy había visto colecciones de insectos sujetos con alfileres, y no tenía deseo alguno de que su Libélula hallara un destino similar.Siguió pedaleando con lentitud hacia adelante hasta que la varilla alcanzó varios metros de diámetro delante de su vista, y entonces volvió a hacer alto.Abrió un pequeño envase y extrajo de su interior una esfera del tamaño de una pelota de baseball, que arrojó hacia la varilla.Al alejarse, fue desplegando tras de sí un hilo apenas visible.La «bomba adhesiva.chocó contra la superficie suavemente curva y no rebotó.Jimmy dio un ligero tirón al hilo, luego otro tirón más fuerte.Como un pescador que arrastra su presa, fue tirando del hilo hasta aproximar la Libélula al pico del bien bautizado Gran Cuerno, y no paró hasta que pudo tender la mano y tomar contacto con su superficie.—Supongo que podrían describir lo que acabo de hacer como una especie de touchdown[ 3 ] —informó a Control—.Al tacto parece vidrio, casi sin fricción y ligeramente cálida.La bomba adhesiva dio un gran resultado.Ahora estoy probando el micrófono.Veamos si el acolchado de succión retiene tan bien.Estoy insertando la clavija de conexión.¿Oyen algo?Hubo un prolongado silencio y luego se oyó la respuesta en tono disgustado, de Control.—No se oye un rábano, a excepción de los habituales sonidos termales.¿Quiere hacer el favor de golpear la superficie con algún objeto de metal? Así por lo menos averiguaremos si esa varilla es hueca.—Bien.¿Y ahora qué?—Nos gustaría que volara a lo largo del Gran Cuerno, haciendo una exploración completa con la cámara cada medio kilómetro y atento a cualquier detalle inusitado.Luego, si está seguro de que no hay peligro, puede acercarse a una de las Astas Pequeñas.Pero eso sólo si está seguro de poder volver a «g» cero sin ningún problema.—Tres kilómetros desde el eje; o sea apenas por encima de la gravedad lunar.La Libélula ha sido diseñada para eso.Sólo tendré que pedalear un poco más.—Jimmy, habla el capitán.Se me ocurre otra idea.A juzgar por sus fotografías, las varillas más cortas son similares a la varilla alta.Trate de tomarlas lo mejor posible con los lentes del zoom.No quiero que abandone la región de baja gravedad, a menos que vea algo que le parezca realmente importante.En ese caso, lo discutiremos.—Está bien, jefe —respondió Jimmy, y tal vez se advertía en su tono una huella de alivio—.Me quedaré cerca del Gran Cuerno.Ahí vamos otra vez.Sintió como si cayera en línea recta dentro de un estrecho valle entre un grupo de montañas altas e increíblemente finas.El Gran Cuerno se elevaba ahora a un kilómetro sobre él, y las seis agujas de las Pequeñas Astas se asomaban a su alrededor.El complejo de contrafuertes y arbotantes que rodeaba las laderas bajas se aproximaba con rapidez.Jimmy se preguntó si podría descender sin peligro en algún punto de la parte baja de esa arquitectura ciclópea.Ya no podría hacerlo en el Gran Cuerno, porque la gravedad en sus laderas cada vez más anchas era ahora demasiado poderosa para ser contrarrestada por la débil fuerza de la bomba adhesiva.Al aproximarse aún más al Polo Sur, comenzó a sentirse más y más como un gorrión volando bajo el techo abovedado de una inmensa catedral, aunque ninguna catedral construida por el hombre había tenido una décima parte de las dimensiones de este lugar.Se preguntó si no sería en realidad un altar religioso, o algo remotamente análogo, pero en seguida rechazó la idea.En ninguna parte de Rama se habían encontrado rastros de expresión artística; allí todo era funcional.Tal vez los ramanes consideraban que estaban ya en posesión de los supremos secretos del universo, y habían dejado de sentirse perseguidos por las ansias, anhelos y aspiraciones que atormentaban a la humanidad.Ése era un pensamiento escalofriante, totalmente ajeno a la habitual y no muy profunda filosofía de Jimmy, quien experimentó una súbita y urgente necesidad de restablecer el contacto humano, y en consecuencia se apresuró a informar de su situación a sus amigos distantes.—Repita el mensaje, Libélula —respondieron desde el Control—.No le hemos entendido; su transmisión es defectuosa.—Repito: estoy próximo a la base de Pequeña Asta número seis, y utilizo la bomba adhesiva para moverme de un lado a otro.—Comprendido sólo parcialmente.¿Me oye usted?—Sí, perfectamente.Repito: perfectamente.—Por favor, empiece a contar.—Uno, dos, tres, cuatro.—Sólo nos llega en parte.Dénos radiofaro[ 4 ] durante quince segundos, y luego vuelva a la voz.—Aquí está.Jimmy conectó el radiofaro de baja potencia que le localizaría en cualquier lugar en el interior de Rama, y contó los segundos.Cuando volvió otra vez la voz, inquirió quejumbrosamente:—¿Qué ocurre? ¿Pueden oírme ahora?Presumiblemente no, porque a continuación desde Control le pidieron quince segundos de T.V.Sólo cuando Jimmy hubo repetido la pregunta dos veces fue recibido el mensaje.—Suerte que ahora puede oírnos bien, Jimmy.Pero algo extraño está ocurriendo en su lado.Escuche.En la radio, Jimmy oyó el silbido familiar de su propio radiofaro retransmitido para él.Por un momento fue normal; luego se deslizó una extraña distorsión.El silbido de mil ciclos se volvió modulado por una vibración profunda, palpitante, y tan baja que quedaba casi fuera del alcance del oído.Era una especie de palpitación bajo profundo en la cual podía ser percibida cada vibración individual.Y la modulación era en sí misma modulada; ascendía y descendía, subía y bajaba, con un período de cinco segundos más o menos.Ni por un instante se le ocurrió a Jimmy pensar que algo andaba mal en su radiotransmisor.No; esto provenía del exterior: qué era y qué significaba, estaba fuera del alcance de su imaginación.En Control no sabían mucho más, pero al menos tenían una teoría [ Pobierz całość w formacie PDF ]